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Voluntarios del Proyecto Pusol: Juan Galiano

14-06-2020


Voluntarios del Proyecto Pusol: Juan Galiano

El voluntariado ha sido y es un elemento clave en el funcionamiento del Proyecto Pusol. Desde los comienzos de nuestra andadura, han sido numerosos/as los/las colaboradores/as que han pasado por aquí y han hecho posible que sigamos en la brecha. La proyección social del Proyecto -a partir del colegio, en la comunidad…- es la piedra angular del mismo, de ahí que siempre hayamos valorado el esfuerzo de esas personas que durante todos estos años se han acercado hasta aquí y nos han dedicado parte de su tiempo, un tiempo de su vida a estar con nosotros/as. Además de su trabajo, nos regalaron aquello no cuantificable de su amistad y esos ratos que nunca olvidaremos, con los que siempre estaremos en deuda. Queremos empezar esta sección sobre el voluntariado reconociendo a aquellos/as que tanto hicieron y hacen por el Proyecto, en especial a los/as que ya no están entre nosotros/as, si bien su memoria permanece.


Hoy recordamos a Juan Galiano, amigo entrañable y entusiasta colaborador del Proyecto Pusol durante una década, en la que dejó sobradas muestras tanto de su bonhomía como de sus conocimientos sobre la cultura tradicional de Elche. Ya en el primer número de El Setiet, en 1994, Juan era entrevistado por María Dolores Peiró -una de las creadoras, junto a Fernando García, del Museo Escolar-, entrevista a la que se asomaba la personalidad de nuestro amigo, fiel a su cita en el colegio los martes y los jueves para enseñar a los/as escolares a encordar sillas… El segundo número de nuestra revista ya incorporó el primero de los muchos textos que Juan firmaría en ella, éste con un título que expresaba toda una declaración de intenciones: “Por qué transmito mis experiencias a los niños”. Con su excelente prosa, él mismo se contestaba a esta pregunta cuando afirmaba que “empecé a venir al Museo Escolar Agrícola por curiosidad, quería conocer la obra de un maestro de escuela original y romántico”. Y, más adelante, continuaba en estos términos: “Desde el principio de mis visitas al Museo he colaborado en la restauración de diversas piezas; en algunos casos se trataba solamente de limpiar y hacer alguna pequeña reparación, y ya entonces los niños me venían a preguntar aspectos del trabajo que realizaba, en la mayoría de los casos labores completamente nuevas para ellos”. Directo y conciso, minucioso en sus explicaciones, Juan fue uno de los pilares fundamentales del Proyecto durante años. De su pluma salieron valiosos textos para El Setiet, entre los que siempre recordaremos el monográfico sobre “El Costurer” que, ilustrado por Antonio Ródenas -otro puntal del Museo Escolar-, apareció en el número 10 (1999) de la publicación. Juan era amigo de todos/as y siempre fue generoso con nosotros/as y con Puçol. A través de sus escritos, nos habló del pasado, a su estilo, como siempre fue y como vivió, de manera sencilla y sincera. Además, junto a su voz inolvidable, su genio irrepetible y sus consejos -a veces- inconfesables, el amigo “Centella” -como lo apodaron en su juventud- nos regaló dos magníficos libros con los que también podemos conversar cuando lo echamos en falta.


En el primero de ellos, Por los senderos de la memoria, Juan buceó en sus recuerdos hasta encontrar un tiempo pasado plagado de anécdotas y de seres queridos. Con él remontamos el curso del Vinalopó y recorrimos esos parajes tan caros a todos/as nosotros/as, como l´Aigua Dolça i Salada, el molí Magros o el pantano, hitos entrañables en la memoria colectiva de Elche. Juan empleó un hábil ejercicio literario para recordar sus excursiones domingueras, situando la subida al pantano en los años cuarenta y la vuelta a casa desde aquellos parajes en el umbral del siglo XXI. Consiguió, con razón, sonrojarnos a todos cuando sacó a relucir la mejor de sus críticas feroces y nos mostró el estado de ruina y abandono en el que, entonces -el libro se publicó en 2004-, naufragaba un paisaje cultural de singular riqueza. Así, puso ante nuestros ojos el espectáculo decrépito de un río contaminado, un molino desaparecido y una Acequia Mayor acunada por unos árboles tan peculiares como ignorados, todo un patrimonio, en definitiva, que se ahogaba entre la basura debido a la desidia de la sociedad. Hace 16 años de esto…


En el segundo de sus títulos, Desde la balona (2007), Juan se aupó a esa suerte de metáfora que tan bien conocía y volvió a las andadas, aferrándose a unos recuerdos que quiso compartir con los demás. Y nos habló de su infancia, del colegio, del trabajo duro, de su familia… Y nos presentó a su abuelo, el tío Tonico “Brosses”, aquel arriero de Algoda que, cuando vivieron en el Raval, le compraba el TBO cada miércoles, su primer libro de texto, como él decía. Y nos habló de la guerra y del maquis; y de su emigración a Uruguay en un trasatlántico italiano, donde conoció a un campesino de Cerdeña con el que se entendió hablando valenciano… Y es que Juan siempre estuvo cerca de la gente de a pie, de la conversación, de la curiosidad por entender la vida y de no olvidarse de vivirla a cada momento. Sirvan estas líneas como recuerdo y sentido homenaje a uno de nuestros colaboradores, un amigo inolvidable al que siempre recordaremos con cariño y respeto.


El presente texto reproduce parte de la tribuna que el autor dedicó a Juan Galiano con motivo de su fallecimiento, publicada en el diario Información, (vid. «El pantano de «Centella»», en Información, nº 9.083, 28 de agosto de 2009, p.12).


Autor: Rafa Martínez, director del Proyecto Pusol.

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